Hace unos años, creo que dos, empecé a caminar. Salía todos los días salvo los domingos, y lo más temprano posible, según la época del año. Caminaba una hora y cuarto desde mi casa por caminos de tierra en medio de las sierras y de cien veces calculo que solo tres me pude haber encontrado con algún ser humano. A veces salía con Abril, que todavía vivía en casa, y alguna otra con una amiga, pero la mayoría de las veces, sola. Mi caminata, mis pasos, mi ritmo, mi momento. Mis terquedades. Digamos que me empezó a aflorar una cosa medio de sobreexigencia que me fui al carajo...o sea, si no salía a tal hora mejor ya no salía porque todo mal. Si un día no iba, todo mal. Si no caminaba hasta las dos palmeras esas, todo mal; no contaba, no servía. Cuestión que llegó el verano, el calor, el cansancio y las ya no ganas de levantarme a las seis si mis hijas no tienen que ir al cole y terminé dejando de lado algo que me llenaba tanto y me hacía tan bien.
A veces salía, pero nunca con ritmo fijo como antes.
Y bueno, hace tres meses o más, apenas se notó que el frío ya no andaba por acá, decidí salir de vuelta pero con el desafío de combatir mis cuadradeces mentales. Para empezar me propuse salir tres veces por semana. Creo que una hora y cuarto de caminata muy rápida, con esa frecuencia, está más que bien y es más fácil de sostener en el tiempo.
Al principio salía tipo ocho, ocho y media, pero no me gusta el sol tan en contra cuando vuelvo asi que le fui jugando carreritas al amanecer y ahora salgo seis y media, justito después de darles el desayuno a las chicas y dejarlas listas para el cole.
Mi camino es ideal para practicar la adaptabilidad porque es siempre cambiante. Si llovió muy fuerte, como la última vez, se destroza y las piedras grandes se amontonan en el medio y se ven restos de ladrillos, escombros y botellas que rellenaban el camino y que lavó la lluvia y que quedaran ahi hasta que pase la máquina otra vez. Si después no llovió más, como ahora, hay sectores de arena en donde se hunden las zapatillas y que son los que más odio. Si llovió pero poco, está ideal, fresquito, verde, el suelo firme; pero no dura mucho, en seguida el calor seca todo.
Los animales son otro tema. No sé muy bien de quien son, pero a lo largo del camino hay varios corrales que a veces tienen vacas, otras, vacas con terneros, pero capaz al dia siguiente estan vacíos y de pronto aparecen con caballos. Esta mañana por ejemplo había muchas vacas en un corral, un caballo que no paraba de relincharle a la yegua, que estaba atada enfrente y muy fuera de su alcance, y un pony asustadizo que andaba suelto en el camino. Me ha pasado de toparme con quince caballos obstruyendo el camino y tener que esperar hasta que encontraban la entrada a su campo o con vacas que me tenían mucho mucho miedo pero no me dejaban pasar. Algunas veces vi liebres y zorros cruzar muy rápido. En otro alambre tienen ovejas pero aunque no se las ve demasiado, muchas veces se escuchan los cencerros y me siento dentro de un cuento.
El viernes pasado me levanté temprano y me cambié para salir pero había refrescado tanto y sobre todo había tanto viento que arrugué y me quedé. Hace dos años la cosa hubiera quedado asi, sin ir, Porque si no salgo a esa hora se me hace demasiado tarde y no me alcanza el día y que la ropa, los platos, la huerta y el almuerzo...(???) Pero como de combatir estructuras mentales absurdas se trata, tipo diez y cuarto me decidí y salí. A las tres cuadras me topé con los evangelistas y mi mente empezó, "Ves!! gente, personas, seguro que ahora te frenan y te dan el folletito ese y les vas a tener que explicar que sos menonita o atea o lo que sea y vas a perder el tiempo y se va a hacer re tarde..." Bueno, no...resulta que con un buendía logré pasar como si nada y callar a mi mente y disfrutar de una mañana increible, aunque la vuelta fuera once y media.
Lo mismo hoy, me venció el cansancio y después del desayuno de las chicas me volví un rato a la cama. Y salí más tarde y acá estoy! Tuve más calor pero que importa! No es el fin del mundo!
No sé muy bien por que me afloran esas estructuras tan ridículas, pero bueno, supongo que cada cual tiene sus taras y si molestan está bueno por lo menos tratar de domarlas un poco.
Y lo que recibo a cambio no tiene precio.
Caminar lo cura todo. Todo. En serio.
Yo sé por que se los digo.
[De caminata al río una tarde después de una lluvia]